Sé que más de uno estará de acuerdo con la siguiente aseveración. Desde mi punto de vista los caballos nacen perfectos, tanto física como emocionalmente, ya que el primer contacto que tienen es con su madre y con los miembros de la manada, los cuales se encargan de enseñarles las reglas sociales del grupo, así como también las acciones propias de esta especie.
Ellos no entienden el concepto de lo que está bien y lo que está mal, sino más bien lo que a estos animales mejor les funcione para sentirse a salvo y seguros, es lo que van a repetir. Es por ello importante tener muy presente que al momento de entrenarlos se moldea un comportamiento, por lo que esto depende de nosotros, así como la actitud que van a adoptar.
Moldeando al caballo según su naturaleza
El motivo por el que utilizamos a esta especie principalmente es el ayudarnos de su capacidad y habilidad física para facilitarnos las diferentes actividades que realizamos de forma cotidiana, desde jalar una carreta hasta controlar al ganado. Para cualquier disciplina en la que se utiliza al caballo, sabemos que se aprovecha su velocidad, su fuerza y el tiempo de reacción, pero sobre todo sus movimientos para tener un mejor desempeño.
Sin embargo, a veces pareciera que olvidamos que el caballo nace con todos estos atributos, esto es, nosotros no le enseñamos a galopar, a girar o a detenerse, incluso habilidades como caminar hacia atrás; éstos son movimientos naturales para este noble animal, que en realidad aprende a realizarlos, ya sea en su interacción cotidiana con la manada o bien para superar diversas situaciones.
Sensibilización y niveles de comunicación
Entonces, lo que nosotros como entrenadores hacemos es establecer un canal de comunicación por medio de señales, principalmente corporales, pero también con sonidos o con contacto, ya sea de nuestro cuerpo o con herramientas conocidas como “extensiones” para que el caballo realice dichos movimientos en el instante que lo requerimos y con una instrucción precisa. A este proceso se le llama sensibilización.
Hay que tomar muy en cuenta que el caballo es uno de los animales más sensibles que hay: al pertenecer al grupo de las presas en la naturaleza, todos sus sentidos están sumamente desarrollados para identificar situaciones de riesgo. Nosotros en realidad aprovechamos esa sensibilidad para enseñarle las señales mediante las cuales le pediremos que su cuerpo opere de cierta manera.
Esto es, señales como sentarnos más profundo en la montura o tocar con la espuela en un costado del abdomen, serán empleadas para que realice movimientos con su cuerpo, como detener su carrera o desplazarse de forma lateral, respectivamente.
Las señales que le enseñamos pueden ser en los tres niveles de comunicación con los que se comunican entre ellos. En el caso de los movimientos de nuestro cuerpo, se refieren al lenguaje corporal; los comandos de voz son relativos al lenguaje sonoro; y tocante a la aplicación de instrumentos como frenos, espuelas o fustas, entrarían dentro del lenguaje de contacto.
Pondré un ejemplo para que la idea anterior quede más clara. El detenerse después de una larga carrera, es algo natural para un ejemplar. Nosotros vamos a aprovechar ese movimiento para diferentes disciplinas y lo vamos a hacer más lucidor y con más expresión, tal sería el caso de una parada deslizando sobre el posterior como en el Reining o en la cala de caballo.
No obstante nuestro compañero equino no sabe en qué momento es mejor detenerse (según nuestros intereses), es por eso que nuestra labor es el enseñarle alguna señal para que lo haga justo cuando se lo pedimos. La señales pueden variar según el tipo de doma, pero se pueden hacer, como lo mencioné anteriormente, en los tres niveles de comunicación: sentarse profundo en el asiento (lenguaje corporal), diciéndole “¡oh!” (lenguaje sonoro), o bien jalando la rienda (lenguaje de contacto).
Sin embargo, lo anterior no significa que abusemos de este tipo de lenguaje, sobre todo el de contacto, para obtener una mejor respuesta de parte de nuestro ejemplar. Es por ello que la idea en el proceso de sensibilización es aprovechar la fineza de los sentidos de este sensible animal para comunicarnos efectivamente con él con las señales más sutiles. Así, lo importante es que estos estímulos sean aplicados con gradualidad y que sean liberados oportunamente, ya que esta especie aprende en el momento que se quita la presión.
Y para concluir, no me queda más que enfatizar en la siguiente frase: ¡Trabaja el cuerpo y la mente de tu caballo!
Álvaro Pedrero
Métodos de Entrenamiento Natural de Caballos
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