Vidoc, un robusto caballo de diez años, obedece con calma y se introduce mansamente entre las viñas, no sin comerse de paso algunas hojas, en un viñedo del noreste de Francia que apuesta por una viticultura ecológica usando caballos de tiro.
El animal de pelaje blanco es indiferente al estruendo de un tractor vitícola próximo. En Avize, cerca de Reims en el noreste de Francia, en esta prestigiosa zona vinícola Côtes de Blancs que se extiende al sur de Épernay, coexisten dos viñedos. Y el futuro no pertenece a los tractores.
«El caballo aplasta menos el suelo que el tractor y no camina siempre por el mismo sitio. Así, el suelo es mucho más blando y su vida microbiana mucho más rica. Al aumentar la calidad del suelo, se aumenta la de la uva. Se ha podido comprobar en las catas», explica Julie de Sousa, una de los tres hijos de la familia De Sousa que ha recuperado el terreno familiar.
«Trabajar con un caballo tiene otra ventaja -añade. En cuanto hay una tensión, se detiene y no arranca la viña. Lo que sí pasa a veces con los tractores agrícolas».
Ideal a ojos de la viticultora para trabajar con precisión las tres hectáreas de viejos viñedos, algunos plantados en los años 1930.
El dominio familiar cubre un total de diez hectáreas para una producción anual de 100.000 botellas, de las que se exporta más del 60%.
La química es «pasado»
Anunciada en abril, la llegada de Vidoc y de Capucine, una hembra gris de siete años, comprados ambos adiestrados en Borgoña (este), no tiene nada que ver con el folclore del enoturismo.
Lejos de la imagen de postal, el trabajo de los dos caballos -equipados con el arado del abuelo de los De Sousa recuperado en el desván- está íntimamente ligado a la filosofía de la casa que Erick de Sousa, padre de Julie, resume como «la química es la viticultura del pasado»
En 2020, la casa festejará diez años de certificación ecológica oficial y más de 20 de un arduo trabajo que habrá excluido completamente toda utilización de la química fitosanitaria (productos químicos usados contra las plagas).
Capucine y Vidoc llegan igualmente en un momento en el que, poco a poco, otra generación toma las riendas del terreno. «Somos un poco la generación del cambio climático», confiesa Charlotte de Sousa, de 30 años, hermana de Julie, de 26, y de Valentin, de 24.
Los tres regresaron al cultivo familiar después de haber recorrido durante meses las grandes regiones vinícolas del mundo.
«Estamos aquí para conservar esta casa entre las pioneras de la viticultura bio en Champaña», asegura Charlotte. La única consiga: «¡No hacer daño a la tierra!».
Además del regreso del caballo de tiro -aún marginal en los viñedos según los profesionales- y, en las bodegas, de los barriles de madera renovables que ofrecen nuevos aromas al vino, la búsqueda de una solución alternativa al plástico o la reflexión sobre el uso de un robot vitícola eléctrico se inscriben en estos «grandes cambios».
Sin prescindir, eso sí, de las ventajas de la modernidad: un etiquetado con código de barras conectados, que enlazan con un video sobre el terreno y sus cosechas.