Adentrémonos en las tierras del norte del país, en el mosaico geográfico de tierras semiáridas o áridas con climas extremosos, de temperaturas elevadas, de más de 40°c a la alta, y a la baja de menos 26°c. Clima húmedo en la costa y seco en el centro. Tierras de relieves accidentados como lo son las Sierras Madres Oriental y Occidental, la Sierra de Baja California y la llanura costera del Pacífico. Aunque la aridez es el rasgo dominante en ellas, los paisajes son también montañosos, de mesetas, estepas, desiertos y costas; escenarios que van desde los pastizales bajos y matorrales donde predominan las xerófitas y las cactáceas, hasta los bosques templados.
Estas tierras fueron conquistadas por los españoles en el siglo XVI después de crueles conflictos, “a fuego y sangre”. Lugar donde se tendieron batallas incansables entre “vestidos y desnudos”, entre los conquistadores, indios aliados y negros contra un enemigo en común: los Chichimecas que aún vivían en el norte en tiempos de la Nueva España.
La Conquista va hacia la Gran Chichimecatlalli
Después de la caída de México Tenochtitlan y el señorío tarasco de Tzintzuntzan, la conquista española tuvo un momento de rotundo éxito. Los dos señoríos más importantes del área centro occidental mesoamericana fueron sometidos, generando cierta confianza en los conquistadores para iniciar nuevas exploraciones hacia el norte, donde se corrían los rumores de haberse encontrado minas de metales preciosos.
Los rumores no fueron falsos, pero tampoco iban solos. Se decía entre los mismos indígenas ya sometidos (tlaxcaltecas, mexicas y tarascos) que hacia las tierras de la muerte o Teotlalpan Tlacochcalco Mictlampa (para los nahuas significaba “campos espaciosos que están hacia el norte-lugar de la muerte”, según lo que refirieron los informantes de Sahagún), habitaban indios que vivían en cuevas y andaban desnudos, es decir, indios salvajes —por no ser sedentarios —. Gente a la que los europeos denominaron con el adjetivo de “bárbaros”, pero a los que temieron por su destreza y bravura en el combate.
La gente que se movía en estas tierras se concentraba en bandas de nómadas que se dedicaba a la caza de animales con arco y flecha, pesca y recolección de moluscos en las costas, y recolección de frutos y semillas. En el siglo XVI los principales grupos chichimecas que ocupaban la región fueron los zacatecos, guamares, guachichiles y pames. Sin embargo, el término náhuatl que se generalizó para llamar no sólo a estos grupos nómadas, sino también a los pueblos sedentarios de la región, fue el de “chichimecas”. El término se extendió a todo tipo de pueblo norteño e iba acompañado del adjetivo de ser “salvaje”.
Con la caída del señorío de Tzintzuntzan se da la primera etapa de la Conquista y, posteriormente, inician las incursiones hacia el territorio septentrional con la esperanza centrada en el hallazgo de oro y plata. Si bien ya se habían hecho pequeños hallazgos de estos metales, sólo fueron el preludio para mantener el sueño con vida, el cual, por mucho tiempo, se mantuvo en ese estado. Para 1526 Cortés informó al rey sobre la existencia de estas tribus:
“Hay cierta gente y población que llaman chichimecas; son gentes muy bárbaras […] envío agora setenta de a caballo y doscientos peones […] a saber el secreto de aquella provincia y gentes […] y si no quisieran ser obedientes les hagan guerra y los tomen por esclavos […] y así será vuestra majestad servido y los españoles aprovechados porque sacarán oros de las minas…”.
El asentamiento español en tierras chichimecas inció en ese mismo año en Acámbaro y después avanzarían hacia Querétaro en 1532. Sin embargo, desde los primeros contactos surgieron conflictos, pues los indios, que bien conocían su territorio, pronto atacaron los campamentos europeos robando telas, alimentos, ganado y mujeres, además de la obtención de trofeos de guerra (cabelleras). El ataque a las primeras incursiones españolas en territorio del norte fue sólo el principio de una serie de conflictos que se extenderían hasta 1590.
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