//Al Buraq y el salto al Paraíso

Al Buraq y el salto al Paraíso

Hace más de 1400 años, el 12 de febrero del año 610, Abu l-Qasim Muhammad ibn ‘Abd Allāh al-Hashimi al-Qurashi (570-632), en una cueva llamada Hira, a la que acostumbraba retirarse para meditar y orar, empezó a escuchar la voz del ángel Yibril (Gabriel), quien le reveló la voluntad de Dios. Esta maravillosa experiencia marcó el inicio del islam, pues a partir de ese momento Mahoma (como se le conoce en Occidente) recibió muchas otras revelaciones y las transmitió a su pueblo, el pueblo árabe, convirtiéndose así en el Mensajero de Aláh y en el último de los grandes profetas.

Al-Buraq y el Viaje Nocturno

Todo comenzó una noche, en la que el Profeta se encontraba orando en la Kaaba, en la ciudad de la Meca. Entonces, se le apareció el ángel Gabriel convocándolo para que lo acompañara. Traía de la rienda a una maravillosa criatura que impresionó enormemente a Mahoma, pues su belleza era sublime. El ángel le dijo que aquel ser fabuloso se llamaba Al-Buraq, y le ordenó que lo montara. Pero cuando el profeta se dispuso a obedecer, la bestia se encabritó y no se lo permitió. Entonces, el ángel la recriminó diciéndole que aquel que quería subir a su lomo era la persona más querida por Aláh. En ese momento, Al-Buraq empezó a sudar profusamente, pues se sentía muy abatido y apenado por su comportamiento, entonces se quedó quieto para que Mahoma lo montara.

Guiados por Gabriel y a una velocidad pasmosa llegaron a Jerusalén, y se dice que además de su vertiginosa rapidez, Al-Buraq tenía la capacidad de saltar desde un lugar hasta el punto más lejano que Mahoma podía ver en el horizonte. Así llegaron a la antigua capital de Judea, exactamente al sitio en el que otrora se levantara el célebre Templo de Jerusalén.

El profeta quería hacer oración en aquel lugar santo, por lo que amarró a la criatura que lo había transportado, al sur de la plaza del muro occidental del templo, muy cerca de lo que hoy se conoce como el Muro de las Lamentaciones.

El sitio era muy importante, pues ahí se ubicaba un promontorio rocoso que, de acuerdo con la tradición, era el punto a partir del cual Dios había creado al resto del mundo. Además, ahí se ubicaba el lugar más sagrado del antiguo templo judío y, por añadidura, era el punto exacto en el que el patriarca Abraham iba a sacrificar a su hijo Ismael, obedeciendo el mandato del Altísimo y siendo detenido en el último momento por un ángel que le explicó que aquella terrible orden sólo era para probar su fidelidad (para los judíos, el hijo al que iba a matar era Isaac).

Una vez que Mahoma hubo orado, volvió a montar a Al-Buraq y el precioso animal, apoyándose en aquella misma roca, saltó al espacio, continuando así el maravilloso viaje que llevaría al profeta a los Siete Cielos (es decir, al Paraíso), y a la presencia de Aláh. Este importante acontecimiento se conoce como el Viaje Nocturno, pues se llevó a cabo en una sola velada.

Sin embargo, no era la primera vez que alguien cabalgara sobre Al-Buraq, pues este ser celestial ya había sido montado por Abraham para visitar varias veces a su hijo Ismael, pues el lugar donde vivía el anciano quedaba a una enorme distancia del hogar de su vástago en Arabia.

Descripción de Al-Buraq

Al-Buraq puede significar relámpago, rayo, luz cegadora o blancura cegadora, lo cual resulta muy atinado dada su deslumbrante belleza y su asombrosa velocidad. Su descripción es interesantísima y conforme han pasado los siglos han surgido variantes de su aspecto. La idea más generalizada es la de un caballo (o mula) con rostro humano y cola de pavo real. Sin embargo, los detalles que a lo largo del tiempo se le han ido atribuyendo son fascinantes.

Se dice que es más grande que un burro, pero más pequeño que una mula. A veces se describe de color blanco, pero en otras ocasiones se dice que es de color tordillo, es decir, una mezcla de pelos negros y blancos, haciendo hincapié en que el pelaje se va haciendo más claro hasta llegar al blanco puro hacia las patas de la magnífica bestia.

Su rostro humano no es mencionado en los textos antiguos y surgió en algún momento a través de la historia, a veces diciendo que es de ángel, otras, que de mujer, o simplemente una faz humana. No obstante, se asegura que es bellísimo y que sus ojos brillan como soles. Sus orejas son largas y de color esmeralda. Su crin está trenzada con finísimas perlas y hermosos rubíes de los que se desprende una preciosa y etérea luz. Porta una corona de oro purísimo incrustada con maravillosas perlas.

Nunca ha quedado claro si es macho o hembra. Algunas crónicas lo refieren como “caballo”, mas otras como “yegua”; lo más probable es que no pertenezca a ningún género.

Cuando el ángel Gabriel presentó la criatura al profeta, ya estaba embridada con soberbios arneses de oro para que Mahoma la pudiera montar y dirigir sin dificultad. Hay que recordar que como buen árabe, el Mensajero de Aláh era un experto jinete, pues poseía varios corceles.

A pesar de que en el islam no se acostumbra representar artísticamente a seres vivos, muchos artistas no se han resistido a crear imágenes del fantástico Al-Buraq, pero cada uno de ellos lo representó con diferentes características.

Por ejemplo, en algunas obras aparece con la cola de pavo real, en otras con cola de león o con una magnífica cola de un ave desconocida. En ocasiones se le agregan alas como las del Pegaso griego, y en otras representaciones sólo porta pequeñas alas en los muslos, tal como lo indican algunos textos. Es curioso que en algunas imágenes, este ser de ensueño tenga cascos (típicos de los equinos), pero en otras obras posee pezuñas hendidas (como las de los rumiantes). También puede ser pintado de color alazán.

Todos los retratos de Al-Buraq responden a la imaginación y al capricho de los artistas, siendo algunas de estas imágenes muy bellas.

La Cúpula de la Roca

A finales del siglo VII el califa Abd al-Malik (646-705) ordenó construir un domo que cubriera el peñasco en donde se apoyó Al-Buraq para saltar al Cielo, pues se trataba de un lugar sagrado para las tres grandes religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Con el tiempo se construyó la hermosísima Cúpula de la Roca, con su extraordinario domo cubierto de láminas de oro.

Hoy en día el islam cuenta con más de 1200 millones de seguidores, y tanto ellos como muchas otras personas del mundo que profesan otras religiones, piensan en el fantástico Al-Buraq e imaginan su extraordinaria belleza.

Mucha de esa gente tiene el privilegio de visitar la Cúpula de la Roca, y si prestan atención, todavía pueden observar las huellas de los cascos de Al-Buraq, los cuales quedaron impresos en la dura piedra cuando este poderosísimo y grandioso animal se posó y se impulsó desde ella para remontar el inconmensurable espacio. Dichosos y afortunados los que en verdad creen en ello.

¡Que las bendiciones y la paz de Aláh sean con el profeta!

¡Gloria a Aláh, el Omnipotente!