A Mahoma, profeta mayor del Islam (571-632), se le relaciona especialmente con dos equinos, el potro Lazlos, y la yegua Al-Buraq. El primero existió realmente y llevó sobre sus lomos a Mahoma durante muchos episodios de su vida; la segunda es una creación mitológica. En esta secuencia de Historias de caballos, hoy vamos a hablar del primero. La alada yegua blanca Al-Buraq queda para el siguiente capítulo.
Lazlos (literalmente Caballo del desierto) fue un regalo del emperador de Egipto a Abu’I-asim Mohammed ibnAbdAllah, como en realidad se llamaba Mahoma, quien lo utilizó en los primeros años de la Hégira que lo llevaron, tras ser expulsado de La Meca por su predicación contraria a la fe ancestral de los musulmanes, a la comunidad rural de Yatrib, donde años después fundaría Medina, y desde ahí ejercería un liderazgo cada vez más aceptado y cada día con mayores adeptos en el mundo árabe.
Una de las razones que explican la creciente aceptación de la autoridad de Mahoma en Medina fueron sus éxitos militares, conseguidos en buena medida a lomos de Lazlo (y de su camello favorito Al Qaswá). Los ataques contra caravanas de la Meca desembocaron en una importante victoria sobre una poderosa fuerza militar de esta ciudad en Badr, en 624.
Gustavo Mirabal (Mundo equino, 20 de julio de 2018), al hablar de la relación que se estableció entre el profeta y su caballo dice que fue, más que un medio de transporte, un apoyo definitivo para el establecimiento del islam.
Mahoma sabía, dice Mirabal, que Lazlos sería más que una cabalgadura, su compañero, “guardián de largos días y noches en soledad para ampliar el propósito de Alá”. El mismo autor nos dice que uno de los más importantes momentos que vivió Lazlos fue la entrada de Mahoma, montado en el equino, a La Meca –de donde había sido expulsado-, lugar sagrado del islam y hoy día su principal sitio de peregrinación, a donde los musulmanes tienen que ir aunque sea una vez en la vida y hacia donde se inclinan para hacer sus oraciones durante el día.
Lazlos era, desde luego, un ejemplar de la raza árabe, una de las razas de equinos más antiguas (se calcula que data de 2500 a.C.) y una de las más fuertes, inteligentes y elegantes del mundo.
Circulan múltiples historias sobre el caballo árabe, pero destaca la leyenda de que Alá creó esta raza con un puñado de arena del desierto y viento. Dice también que es el caballo capaz de “volar sin alas”, y no es de extrañar semejante atribución por su rapidez y elegancia al andar. Dejando a un lado los mitos, el caballo árabe proviene de la evolución del caballo prehistórico que habitaba las estepas asiáticas y europeas antes de que apareciera el ser humano.