Como quiera que haya sido y a pesar de que tenía más de 100 corceles a su disposición en todo momento, Marengo se convirtió en el caballo favorito de Napoleón, quien reconocía en aquel animal sus propias cualidades: audacia, valentía, tenacidad, fortaleza, impasibilidad, determinación y además, extraordinaria resistencia.
Buena prueba de ello es cuando Napoleón y Marengo transitaron varias veces la ruta de Burgos a Valladolid, durante la reorganización de la ocupación de España en 1808. El tramo entre las ciudades es de 127 km y les llevaba unas cinco horas recorrerlo. No obstante, en una ocasión cubrieron el trecho en sólo tres horas y media, demostrando la valía del extraordinario animal.
Marengo acompañó a su belicoso e inquieto amo en numerosas campañas victoriosas: Austerlitz Jena y Wagram, por ejemplo, mostrando siempre un excepcional desempeño. Fue herido en varias ocasiones y siempre se recuperó satisfactoriamente.
En junio de 1812, Napoleón emprendió una campaña contra Rusia y se enfrentó a uno de los más estrepitosos fracasos de la historia, ya que, además de las vicisitudes de la guerra, el ejército francés fue sorprendido por un crudísimo invierno que mató a miles de hombres y animales. Se estima que el contingente francés perdió al 80 % de sus integrantes y sólo para llegar a Moscú se perdieron 12.000 caballos. Pero el regreso a Francia fue aún más terrible, pues murieron 30.000 animales. Casi todos los sobrevivientes eran caballos de las Ardenas, una antigua raza famosa por su increíble resistencia y capaz de soportar el severo invierno ruso. Estas duras y austeras bestias tiraban de la artillería y del bagaje militar.
Bonaparte llevó con él a Rusia no menos de 52 caballos, pero Marengo, como en otras muchas ocasiones también lo acompañaba, demostró su inigualable vigor, pues sobrevivió a todos los problemas a los que se enfrentó el cada vez más desmoralizado Napoleón. Recorrieron juntos más de 4000 km, entre París y Moscú y de regreso, en las peores condiciones.