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Terapia con caballos para conocerte mejor

Los caballos pueden contribuir a curarte. La terapia asistida con animales es una técnica empleada por profesionales de la salud física y mental que puede ser útil en la rehabilitación de niños, adolescentes y adultos.

Sharon Hidalgo Navarrete fundó el proyecto Ergon, palabra que significa energía que se materializa. Su motivación por ayudar a las personas la llevó a estudiar psicología y a especializarse en psicoterapia sexual. Estos antecedentes le permitieron tomar una certificación para trabajar con estos mamíferos.

“Fue ampliar el panorama hacia algo más específico y los caballos llegaron por fortuna a mi vida. Fue una invitación de mi papá, él tomó una certificación y me dijo que lo podía complementar bastante bien con la psicología”.

Hidalgo Navarrete reconoce que le tomó más de un año entender la importancia de las terapias ecuestres individuales, grupales y de pareja que pueden impartirse por la recomendación de un especialista, como parte de su método de trabajo o por voluntad del paciente.

“He tenido colegas psicólogos que no trabajan con caballos, pero que me dicen que con un consultante ya no ven avances y necesitan hacer un cambio. Además, de mis consultas meto aproximadamente cuatro sesiones tradicionales de diván y la quinta la hago con caballos. Pero puede venir cualquier persona que levante la mano”, comenta.

Esta práctica se distingue de la equinoterapia, porque el paciente no monta al caballo. Se trata de que, con su ayuda, una persona obtenga revelaciones de sí misma.

“Parece que estamos acostumbrados a ir al psicólogo cuando ya estamos dolidos, pero creo que debe ser siempre que queramos explorar algo de nosotros mismos”, expresa.

La terapia asistida con caballos rompe con el esquema médico tradicional, pues no se desarrolla en una habitación cerrada, sólo entre paciente y psicólogo.

“Incluso desde el aviso de que vas a trabajar con caballos ya vienes con otra idea; estás trabajando tus nervios, tu miedo y generando estrategias sin querer”, platica Hidalgo Navarrete y recomienda el uso de bloqueador solar, ropa y calzado cómodos.

Los fines de semana el Club Hípico Los Flores, de Tepepan, es la sede de las sesiones que duran entre 45 minutos y una hora. En la pista, el caballo es lo más libre posible: no trae silla de montar, ni bozal y tampoco está atado.

“Se escuchan los pájaros y el viento. Hay árboles, no tenemos un techo sobre nosotros. Se trata de caminar, sentir el pasto y la tierra arenosa”, explica.

La experta describe a la terapia asistida con caballos como un detonante y acelerador, pues es un proceso profundo y no tan largo que toma entre seis y 12 sesiones.

CABALLOS Y PERSONAS EN CONEXIÓN
Para Sharon Hidalgo, el caballo no es una herramienta y mucho menos un esclavo, sino un compañero de trabajo que tiene sus propias actividades de las que, incluso, necesita reposar. En la terapia asistida tiene un papel importante: el que le asigna el paciente.

El primer paso es seleccionar a uno o varios caballos que disfruten de interactuar con personas. Lo ideal es que sea el mismo en todas las sesiones a fin de crear un vínculo, aunque hay terapias grupales de 15 o 20 personas en las que se requiere más de uno. Para la asignación, Hidalgo Navarrete evalúa su forma de ser, que ya conoce debido a los años de trabajo.

“Los caballos tienen equinalidades, como nosotros tenemos personalidades. Entonces digo, este se lleva muy bien con mujeres, este con parejas, este con adultos mayores o niños”, menciona.

Algunos pueden ser muy inquietos y en cuanto detectan que van a trabajar con un niño, se tranquilizan. O tienen que interactuar con un adolescente y miden que sí los aguanta. Pero pueden comportarse diferente con una persona que usa bastón o silla de ruedas.

En sesiones de pareja, a veces representan el papel de niño. Mientras que en las de familia hay papás que olvidan interactuar con su hijo, pero el caballo no: cambia su postura, se inclina, su paso es más lento y cuida al menor de los demás.

Un rasgo de equinalidad que predomina es la congruencia, misma que los caballos exigen de los consultantes para generar un grado de comunicación exterior e interior y desarrollar una conexión.

“Cuando una persona viene a pista, ya la está leyendo: si viene enojada, triste o alegre. Yo le puedo preguntar, pero lo que miro es a él, la gente me dice una cosa, pero el caballo puede darse cuenta de otra por los mensajes que recibe, desde el tono de voz”, explica.

Esta técnica resulta menos invasiva para los pacientes, ya que las preguntas son sobre el animal.

“Con él cuentas una historia que piensas, dices y además representas. Las palabras las pone el consultante, es el narrador. Aquí haces, esa es una diferencia respecto a otras terapias porque realmente lo vives; es un diálogo neutro, porque las personas se desenvuelven a través del caballo”, comenta.

Por ello, Hidalgo pone énfasis en los pasos del animal o si se detiene, alza las orejas, abre las fauces o los ojos, relincha, produce otros sonidos o todo el tiempo está echado y se revuelca.

No hay restricciones, aunque la sesión cambia de acuerdo con la edad.

“Un niño puede venir a cepillarlos y durante esta actividad puedes hacerle preguntas y se abre en sus respuestas, porque no lo toma como que está con el especialista. Su atención está en el caballo y el contacto con él ya es un cambio en la química de su cuerpo; todo lo sensitivo es buenísimo”, aclara.

Por ejemplo, a causa del nivel de reacción de personas medicadas, el equino puede estar amarrado.

“Con quien sí tengo un poco de limitaciones, y es más por mi propio miedo, es con mujeres embarazadas”, dice.

Los costos de la terapia asistida con caballos dependen de las necesidades y posibilidades de cada paciente.