Este es el caso de Shelly May que, como bailarina profesional y maestra, estaba acostumbrada a ser el centro de atención. Los exhuberantes trajes que se ponía durante la competencia, los estudiantes que seguían cada zapateo de sus pies y cada balanceo de sus caderas… todo eso encajaba con quien se describía a sí misma como el “principal motor” con una personalidad infecciosa a la perfección.
Había incluso algunos estudiantes mayores en sus clases quienes “no podían recordar pasos de baile en absoluto”, bromea May. “Ellos solo querían bailar con una joven de unos veintitantos años que lucía un vestido corto”.
Pero en la plenitud de su destreza en el salón de baile, las luces comenzaron a apagarse y la música se detuvo hasta el punto tartamudeante mientras que su salud se deterioraba gravemente.
A la edad de 19 años, May había sido diagnosticada con lupus sistémico, una enfermedad crónica que causa que el sistema inmunológico ataque tejidos sanos. Aunque sus síntomas a menudo pueden ser leves y manejables, los de ella gradualmente se hicieron más graves.
Para el inicio de la década de sus 20 años, la artritis se había establecido y pronto aparecieron úlceras en todo su cuerpo. Su piel, cabello, articulaciones y pulmones estaban afectados. Ella estuvo postrada en cama durante meses consecutivos, apenas respirando. Incluso hubo episodios dolorosos de quimioterapia para salvar sus riñones.
“Yo estuve en el hospital durante largos periodos y muchas veces pensé que iba a morir”, cuenta.
Pronto siguieron ataques de ansiedad y profunda depresión, lo que afecto su confianza en sí misma y volvió tirantes las relaciones con aquellos que la rodeaban… incluso a medida que su condición física mejoraba.
Ahora, con 32 años de edad, May vive sola en un apartamento propiedad de Friendship Shelter, una organización benéfica con sede en Laguna Beach, California. El trabajo está todavía fuera de discusión porque su enfermedad a menudo restringe su movilidad.
Ella habla con entusiasmo de los amigos y trabajadores sociales que le han ayudado a llegar hasta un lugar en donde ella ahora puede al menos hacerle frente a su enfermedad, tanto mental como físicamente.
Pero hay otro tratamiento al que ella le da crédito por haberla ayudado a atravesar el dolor… la psicoterapia asistida con equinos (EAP, por sus siglas en inglés).
El poder curativo de los caballos
Dos veces al mes, May asiste a sesiones de curación a cargo de Otra Mas en el Ortega Equestrian Center en San Juan Capistrano, cerca de Los Ángeles. El programa EAP es propiedad de y está operado por la presidenta de la compañía, Katherine Holman.
Holman explica que todos los caballos que participan han sido una donación para Otra Mas. Muchos son viejos caballos de exhibición que han sucumbido por una lesión o que, de otra manera, habrían sido sacrificados.
Sin embargo, a pesar de su avanzada edad, estos caballos todavía pueden vivir vidas fructíferas y con un propósito; además, son los compañeros ideales para la terapia, dice Carol Caddes, una terapeuta matrimonial y familiar con licencia, quien está a cargo del programa.
Al ser animales de manada naturales, los caballos constantemente buscan formar vínculos y relaciones, dice Caddes. Esto pueden hacerlo con otros caballos pero también con personas, cuando entran en su entorno.
“Algunos clientes tienen profundos problemas de apego”, dice Caddes. “Ellos no saben cómo encajar con un grupo o cómo realmente vincularse con otro ser humano. Quizás ellos efectivamente se vinculan, pero lo hacen de manera ambivalente”.
Cuando los caballos empiezan a responderle a una persona, esto puede ayudar a un paciente para que identifique y confronte estos temas, explica Caddes. Esto también puede darle a los terapeutas, quienes supervisan desde todos los frentes, una percepción en cuanto al estado emocional del individuo.
“Los caballos reaccionan y quieren conectarse con una persona u otro caballo que sea auténtico, sólido, que esté presente y que posee una frecuencia cardíaca coherente”, dice Caddes.
Cualquier observación puede ser anotada y presentada después en las sesiones de informes. Para aquellos para quienes el sentarse en un sofá y abrirse con un terapeuta es algo muy incómodo, añade Caddes, la psicoterapia asistida con equinos también puede ofrecerles una alternativa empírica aquí y ahora.
La construcción de una relación
El uso de animales en las sesiones de terapia de humanos no es una idea nueva. El pionero del psicoanálisis, Sigmund Freud, creía que los perros ayudaban a sus pacientes a relajarse, mientras que los delfines fueron utilizados para tratar a las personas con trastornos de salud mental en la antigua Unión Soviética.
En los últimos años, los programas de EAP también se han establecido en Colorado, Utah, Minnesota y más allá.
En Inglaterra, se han organizado proyectos similares para tratar a las personas con trastorno de déficit de atención, ansiedad y dolor crónico, mientras en Alemania un centro de investigación fundado en 2011 tiene como objetivo fundamentar científicamente los beneficios humanos de las intervenciones asistidas por caballos.
May, quien nació en Columbus, Ohio, cree que las sesiones la han equipado con resiliencia emocional. El que se le pidiera observar, cepillar e interactuar con criaturas altamente sensibles como los caballos también le ha enseñado a ser más consciente de sí misma y de sus alrededores.
Ella menciona que ha forjado una conexión con un viejo caballo de exhibición llamado Demi –quien, al igual que ella, sufre de artritis severa– como un especial avance. Ella también se ha beneficiado de los ejercicios diseñados para desafiar la conservación de la relación que ha forjado con varios caballos.
En una ocasión, a May se le pidió que creara una mesa de billar en la arena ecuestre del centro mediante el uso de varios obstáculos y accesorios para fabricar cubículos. La idea era persuadir suavemente al caballo para que entrara en uno de los cubículos al mostrarle autoridad, pero sin romper el vínculo de la confianza lograda en las rutinas anteriores.
En otra, ella dibujó en el lomo del caballo con tiza, delineando los diferentes escenarios en relación con su actual situación y hacia dónde quería llegar. Este último ejercicio llegó a tener un efecto profundo.
May describe que dibujó sus temores respecto a las dificultades físicas y financieras causadas por su enfermedad, así como las inseguridades emocionales y “desastrosas relaciones”. Luego dibujó cómo quería que fuera su vida y cómo iba a llegar hasta esa meta.
“Fue como una especie de llamada de atención para mí. Fue como: ‘Oh, Dios mío, las personas están aquí para mí’. Pero para conseguir esta paz, hay ciertas cosas que tengo que hacer”, dice ella.
“Nunca supe específicamente que esto es lo que quería hasta que lo dibujé sobre el caballo”.
Cambio de opinión
Sin embargo, a pesar de los resultados positivos experimentados por May, la investigación rigurosa acerca de la psicoterapia asistida con equinos sigue siendo relativamente débil en comparación con otras áreas de estudio psiquiátrico.
De hecho, un artículo de 2012 publicado en la revista Journal of Student Research investigó si existía alguna evidencia de que los caballos regularan los latidos de su corazón para reflejar el de los seres humanos que están sometidos a terapia. Aunque sus hallazgos no apoyan la teoría, sí reconoció que hubo “efectos positivos” mediante la EAP.
No obstante, según el profesor Lawrence C. Rubin, director de consejería de salud mental en la facultad de la Universidad de St. Thomas en Miami y autor de varios libros sobre psicoterapia en la cultura popular, la carencia de literatura detallada no es necesariamente un problema.
Él invoca al venerado psiquiatra Irvin Yalom al afirmar que solo porque un método no ha sido validado, eso no significa que no sea válido.
“Algunos clientes muestran un interés en, se sienten más cómodos alrededor de o tienen experiencia con animales”, explica Rubin. “Por lo tanto, su uso a fin de conectarse con una persona durante la terapia puede tener sentido”.
Lo mismo ocurre al hacer que aquellos que luchan con “ansiedad sensorial y de percepción, asuntos de regulación y empatía” interactúen con “otra entidad viva que respira”.
Siempre que la terapia se lleve a cabo bajo la supervisión de un profesional certificado con las calificaciones pertinentes, Rubin dice que puede ser relevante para los pacientes individuales.
Desde que abrió Otra Mas en 2013, más de 200 personas han participado en la terapia, entre ellos, aquellos que sufren de depresión, problemas de manejo de la ira y trastorno de estrés postraumático.
“Creo que me ayuda a atravesar una gran parte de mi dolor físico por mí misma, en lugar de depender tanto de otros para que me saquen del hoyo emocional”, dice May.
“Ves cómo los caballos interactúan entre sí y esto es similar a la forma en que las personas interactúan entre sí. No tienen prejuicios y no se toman las cosas de manera personal. Me enseñó a ser de esa manera con otras personas y a no sentirme tensa”.