En la Universidad de Rennes, Francia, un grupo liderado por Martine Hausberger ha realizado un número de estudios excelentes. Algunos de los cuales ya he mencionado en artículos anteriores: el mal efecto del “imprinting” promocionado por Robert Miller sobre la vida social posterior del potrito; la ausencia de un líder fijo o figura de autoridad en los grupos de caballos; qué factores influyen en la agresividad de los grupos domésticos; y otros, que nos dan unas bases de confianza para la interpretación que hacemos de su comportamiento.
En otro estudio, se buscaron caballos agresivos y sus dueños, en hípicas francesas, donde se valoró el grado de agresión exhibida. Para ello, se hicieron radiografías de la columna vertebral del animal y ¡vaya! el grado de daño en la columna por procesos degenerativos correspondía con el de las agresiones del dueño.
Otro estudio de este equipo mostró que entre el 30% y el 80% de los caballos usados para clases con principiantes, tenían daño en la columna, lo que presupone un dolor severo. Comentaron que los porcentajes más altos de daño se daban en las hípicas donde los monitores no prestaron mucha atención al asiento del jinete, mientras que, en las hípicas donde los monitores se preocupaban más de que el asiento fuera correcto, más caballos escaparon a estos daños.
Cuando se considera que el animal tiene los movimientos típicos de este tipo de caballos –la rigidez, el impacto, la falta de elasticidad– está claro que la mayoría tiene tanto dolor que usarles para esto casi se puede calificar como crueldad, pero nadie lo ha visto así, ni siquiera el monitor. Lo que nos dice mucho de la falta de formación del monitor, que debería saber evaluar si la montura es adecuada para el caballo y por lo menos los aspectos de cómo leer si el caballo tiene dolor.
En mi experiencia con los cientos de caballos “difíciles” que han venido a mis cursos, considero que más de la mitad tienen dolor, que interpreto como falta de cooperación. Esta opinión se reivindica por un estudio nuevo de Sue Dyson, una veterinaria famosa por su trabajo sobre el sistema músculo-esqueleto, del Animal Health Trust en Newmarket de Inglaterra. Empieza por decir que, de cientos de caballos a medio nivel de doma, la mitad estaban cojos sin que nadie se hubiera dado cuenta.
El caballo, como animal de presa, no quiere hacer evidente que tiene dolor, lo esconde para compensar, aliviando la carga en la parte dolorida y sobrecargando otras partes de su cuerpo. Aún así, sus expresiones y conducta revelan el dolor que siente. Protesta, lo que se interpreta como resistencia o insumisión.
En el estudio, Dyson hizo una lista de las conductas mostradas por caballos montados 10 minutos al paso, trote y galope. Si no se comportaban perfectamente, les daba un analgésico para ver si la conducta cambiaba. De esta manera, refinó su etograma hasta tener una lista de conductas que podemos usar como indicadores de dolor, tal y como te mostramos a continuación.
Etograma: marcadores del dolor en el caballo montado
Dyson, Sue et al. 2018 Development of an ethogram for a pain scoring system in ridden horses and its application to determine the presence of musculoskeletal pain J. Vet. Behav: Clinical Applications and Research, 23 , 47 – 57.
Cuerpo-cabeza
• Cambios repetidos de la posición de la cabeza (arriba-abajo)
• Cabeza inclinada a un lado o inclinándose repetidamente
• Cabeza delante de la vertical >30º, > 10 segundos
• Cabeza por detrás de la vertical > 10 segundos
• La posición de la cabeza cambia regularmente, sacudida o girada, corregida constantemente
Facial – orejas
• Orejas rotadas hacia atrás o aplastadas (1 o ambos) > 5 segundos / repetidamente aplastadas
Facial – ojos
• Ojos cerrados o medio cerrados 2-5 segundos
• Esclerótico expuesto
• Mirada fija e intensa 5 segundos
Facial- boca
• Boca abierta/cerrada repetidamente > 10 segundos
• Lengua expuesta y/o moviéndose adentro y afuera
Cuerpo – cola
• Cola aplastada en el centro o llevada a un lado
• Sacudidas de la cola (movimientos grandes): repetidamente arriba y abajo/ a los lados/circular; durante las transicionesAires
• Precipitados (trancos al trote >40/15 segundos; ritmo irregular; cambios de velocidad constante
• Demasiado lento (trancos al trote <35/15 segundos): trote estilo passage
• Las piernas no siguen a las manos, desviados a un lado u otro; a tres pistas
• Cambios del aire espontáneos (p.ej. galope a trote)• Galope: cambios de pie espontáneos; arranques a mano equivocada repetidamente; cambios de mano o pie; desunido; torcido
• Tropieza o arrastra el dedo del casco repetidamente
Aires – obediencia
• Cambio repentino de dirección contra las indicaciones del jinete• No quiere avanzar, para espontáneamente
• Ponerse de manos (ambas manos levantadas)
• Botarse o dar coces (una o ambas piernas)
Otro
• Filete tirado de la boca a un lado
Mirando esta lista, se ve que la mayoría de estas conductas se interpreta normalmente como “no quiere”, o sea, desobediencia, frente a la cual se enseña aplicar más presión, más palanca, más mando, hasta que el dolor impuesto por el jinete supera el que el caballo ya tiene. En este punto, la mayoría de los caballos deciden no complicarse la vida y sufren sin protestar tan abiertamente, aunque siguen mostrando su incomodidad a quien quiere escuchar.
Claro, el dolor avisa de que hay algo mal, que si continuamos lo que estamos haciendo vamos a lesionarnos en serio. Al malinterpretar estas señales se termina con tantos caballos lesionados. Lo que lleva a esta mala interpretación es la creencia errónea de que los caballos, como nosotros y los chimpancés, reconocen la autoridad y aceptan que esta autoridad tiene el derecho de obligar por la fuerza o castigar a quien no le obedece, es decir, suponemos que comparten nuestra idea de la dominancia. Poco a poco se tiende a desechar esta postura anticuada y punitiva, aunque de nuevo vemos la necesidad de revisar la manera en la que los monitores de equitación enseñan y se les enseña.
Por eso, la posición de un grupo de científicos tan eminentes como ISES, la Sociedad Internacional por la Ciencia de la Equitación, es particularmente bienvenida, pues declara con contundencia que la dominancia no existe entre los caballos en el sentido antropomórfico y que el uso de ese concepto en la doma lleva a las prácticas dañinas que se ven a todos los niveles de la equitación, incluso los más altos.
[caption id="attachment_2974" align="alignnone" width="1024"] La articulación temporomandíbula (ATM). En el dibujo se ha quitado parte de la mandíbula izquierda para revelar los nervios que hay por debajo. Cualquier inflamación de la ATM, causada por forzar la posición de la cabeza con la mandíbula inmovilizada por la muserola, afectará a los nervios. Esto perjudica el equilibrio y la coordinación del caballo, entre otros efectos.[/caption]
Es impresionante la normalidad con la que los aficionados imponen dolor sobre sus caballos en la búsqueda de la posición “correcta”, la cual no puede llegar a ser correcta si el caballo está tan forzado que se lesiona, como el pobre Totilas entre muchos otros.
La ISES ha publicado una serie de investigaciones demostrando el estrés e incomodidad generados por el rollkur, las muserolas y cierrabocas tan apretados, las presiones sobre el bocado tan fuertes que rompen la lengua o las barras, y más. Se ha olvidado de que uno de los principios de la Doma Clásica es la relajación de la mandíbula, sin la cual el caballo no puede flexionar la nuca sin estresar la articulación temporo mandibular. La inflamación causada por este estrés afecta al gran número de nervios que pasa alrededor, perjudicando la coordinación, el equilibrio, la propiocepción y, por supuesto, la comodidad del caballo. Por eso, se ve a tantos caballos flexionando el cuello, no la nuca, la falsa reunión y los aires disociados… y lesionados. Mirando a sus ojos se ve su desesperación y dolor.
No puedo terminar sin mencionar las investigaciones de Hilary Clayton, experta en biomecánica y practicante de la doma realmente clásica de la Universidad de Michigan, sobre lo que pasa en la boca del caballo con embocadura y la necesidad de hacer estiramientos especiales para fortalecer los músculos centrales de la columna, si insistimos en mantener el caballo en la cuadra, donde no tiene la oportunidad de hacerlos por sí mismo.
En fin, está acumulándose un poderoso cuerpo de trabajo científico que demuestra la necesidad de cambiar, no solo las actitudes y sensibilidades de quienes tratan con caballos, sino también la formación de los monitores y domadores que les enseñan y los jueces que los juzgan. Una revisión completa que acabará con los malos tratos, aunque sean inconscientes, que sufren los caballos en nuestras manos.
Aplaudamos los sacrificios de Gerd Heuschmann en su valiente batalla para convencer a la FEI de que sus jueces no siguen sus reglamentos, que exigen un contacto ligero, la cabeza nunca detrás de la vertical y el atleta feliz. En su nuevo libro Collection or contortion (hay que esperar una versión en castellano), de nuevo nos da la evidencia científica para los que ya tienen un ojo sensible y perciben que hay demasiado atletas no simplemente infelices sino profundamente adoloridos.