La población de caballos original de la península Ibérica ha sido completamente sustituida por animales domesticados procedentes de otras regiones. No queda ningún rastro de ella entre los caballos actuales, según una investigación que ha reconstruido la historia de la especie a partir de análisis de genomas.
La investigación, que se presenta hoy en la revista Cell, confirma que no quedan caballos salvajes en ningún lugar del mundo y muestra cómo los genomas de los caballos actuales reflejan la historia de la humanidad.
Los caballos han perdido el 16% de su diversidad genética en los últimos dos siglos
“No hay ningún animal más importante que el caballo en nuestra historia”, declara por correo elecrónico Ludovic Orlando, arqueólogo molecular de las universidades de Toulouse y de Copenhague, que ha dirigido la investigación. Desde que fue domesticado, probablemente en algún lugar del centro de Eurasia hace unos 5.500 años, “ha sido determinante para los desplazamientos, el comercio, la guerra y la agricultura desde la Edad del Bronce hasta la introducción de la mecanización en el siglo XX”.
Los resultados de la investigación, en la que han participado científicos de 85 instituciones de 25 países, revelan que los caballos del pasado no eran ni tan rápidos ni tan esbeltos como los de hoy en día, ya que las variantes genéticas que favorecen estas características no se han seleccionado hasta los últimos mil años. En el trabajo se han analizado los genomas de 278 équidos de los últimos 42.000 años, lo que lo convierte en el estudio genómico más completo de cualquier especie con excepción de la humana.
Ya no quedan caballos salvajes en ningún lugar del mundo
La investigación demuestra asimismo que ya se criaban mulas 200 años antes de Cristo en lo que ahora es Francia, lo que indica que se valoraba que son más resistentes a enfermedades que los caballos, que trabajan mejor en el campo y que se mueven con más seguridad en terrenos difíciles.
Más adelante guerreros escandinavos introdujeron en Gran Bretaña e Islandia caballos del norte de Europa a partir de los que evolucionaron los populares ponis de las islas Shetland y de Islandia.
A partir del siglo VIII, coincidiendo con las conquistas musulmanas, se expanden los caballos de origen persa. Las razas de caballos consideradas europeas, como los populares frisones holandeses o los de pura raza española, son descendientes de aquellos caballos persas. No queda, por el contrario, ningún rastro de los caballos autóctonos que vivían en la península Ibérica en la Edad del Bronce.
“Iberia tiene una larga tradición de cría de caballos y muchas pinturas rupestres con estos animales. De hecho, se había propuesto como uno de los posibles lugares donde se domesticaron los caballos”, explica Pablo Librado, coautor de la investigación, que se formó en la Universitat de Barcelona y actualmente es profesor de las universidades de Toulouse y de Copenhague. “Nuestros resultados indican que un linaje de caballos desconocido hasta ahora vivía en la península hace entre 4.000 y 5.000 años, pero que ha desaparecido. No eran los ancestros de los caballos actuales de la península ni de otras regiones”.
Todos los caballos actuales descienden de una única población salvaje
“Esta es la lección más importante que se desprende de la investigación”, destacaTomàs Marquès-Bonet, director del Institut de Biologia Evolutiva (UPF-CSIC) en Barcelona y coautor del trabajo. “Los caballos actuales no descienden de varias poblaciones domesticadas en lugares distintos sino de una única población que ha sustituido a todas las demás porque tenía características que se consideraron mejores”.
En Asia, los caballos del Imperio mongol de Gengis Kan del siglo XIII también son descendientes de la estirpe persa. La raza de los Przewalski, que eran considerados como los últimos caballos salvajes que quedaban, son en realidad descendientes de animales domesticados que recuperaron la libertad, como los mustang en Norteamérica.
En el último milenio se aprecia una selección deliberada de rasgos favorables en la cría de caballos. Se reduce la diversidad del cromosoma Y, lo que indica que una minoría de machos son seleccionados como sementales. Se generalizan las variantes genéticas asociadas a la velocidad. Y se observan cambios en once genes que regulan el desarrollo corporal, incluidos algunos que afectan a la formación de las vértebras y cervicales.
Los caballos de la época de los romanos no eran ni tan rápidos ni tan esbeltos como los de hoy en día
Pero “el resultado más sorprendente de la investigación”, según Ludovic Orlando, es que los caballos han perdido un 16% de su diversidad genética en los dos últimos siglos. “Las civilizaciones ecuestres antiguas conservaron una alta diversidad genética, que se mantuvo constante durante la mayor parte de los últimos 4.000 años, pero se ha reducido notablemente en los últimos siglos coincidiendo con el desarrollo de razas cerradas y de técnicas de cría modernas”.
Esto demuestra, según el director de la investigación, que “la historia de los animales domésticos no se puede comprender del todo si no se analizan datos de ADN antiguo”. Orlando recuerda que “un caballo actual y un caballo de hace dos mil años son en realidad bastante distintos”, porque “hemos cambiado más su genoma en los últimos siglos que en los miles de años de domesticación anteriores”.