//La venganza de Ezgarta

La venganza de Ezgarta

No hay ningún ejemplar mexicano, al menos para su servidor, que hasta ahora haya conseguido las principales glorias del hipismo representadas en la triada: Triple Corona Mexicana, Clásico del Caribe y Hándicap de Las Américas. Muchos se han quedado cortos, como Diamante Negro, que si bien consiguió el internacional y tres veces el Hándicap, la Triple Corona se le negó. O Huitlacoche, que pudo haberlo logrado, pero sólo pudo rescatar el segundo sitio en la justa internacional. Gran Zar, por su parte, hubiera sido el primero y único, pero otro compatriota fue su verdugo: Ezgarta.

Gran Zar en la mayoría de las ocasiones lo destrozó y humilló en Las Américas durante 1978, en las dos primeras gemas de la Triple Corona, el Stakes Jockey Club Mexicano y Gran Premio Nacional. Ezgarta pudo ganar en la pista de Sotelo cuando Gran Zar no se presentó en el Clásico Criadores Mexicanos, cuya batalla sirvió como clasificatoria para el Internacional del Caribe de ese año. Montado por Aureliano Noguez, corrió en pareja con Ely Boy bajo la tutela de Eusebio Razo. Corrió reservado para atacar faltando 600 m y dominar así a Mark-Kitos, de la Cuadra Sigui.

Su tiempo no fue nada extraordinario, pero su victoria fue clara, con lo que acompañaría a Gran Zar a su aventura en el extranjero, como principales candidatos para defender la casaca nacional en el XII Clásico Internacional del Caribe, programado para diciembre de 1978 en el Hipódromo El Comandante, de San Juan de Puerto Rico

No daban mucho por él
Ezgarta no fue ese caballo que imponía sólo con su presencia, más bien fue de nacimiento tardío: le costó adaptarse a los cambios de un corredor de Sotelo. Nació el 24 de abril de 1975 y fue criado por don Víctor Achar. Su padre fue Ruffinal en Singing Promise en Promised Land. Los primeros colores que portó el tordillo fue de Cuadra A. Fadl, para posteriormente pasar a defender las sedas de Cuadra Ely.

El caballista Samuel Zielan había iniciado apenas unos años atrás su pasión por los caballos de carreras; uno de sus ejemplares más destacados era Mark-Kitos, que para variar siempre llegó detrás de Ezgarta. Ahí el entusiasta hombre de negocios conoció al potro que meses más tarde le daría una de sus mayores satisfacciones.

El Clásico Internacional del Caribe
Se trata de uno de los eventos hípicos más importantes de la región y en cada edición los caballos de tres años más destacados miden sus fuerzas buscando la gloria para el país que representan. Esta batalla fue un sueño que se pensó en 1953 por iniciativa de Ramón Llobet Jr. y el periodista Luisín Rosario, pero no fue sino tras diversas reuniones, manos que se sumaron y una visión, que en 1966 comenzó oficialmente la competencia.

La tarde soleada del 26 de junio los esfuerzos rindieron frutos y la primera edición de la contienda fue todo un éxito. El ganador en la histórica fecha efectuada en Puerto Rico fue Victoreado, de Venezuela. Más adelante se sumaron competencias para caballos mayores, una exclusiva para las potrancas, así como para velocistas e importados.

Nuestro país ha tenido destacadas actuaciones con ejemplares que han puesto su nombre en alto. La delegación mexicana tuvo un debut soñado en la justa internacional de 1967 realizada en el Hipódromo La Rinconada, de Caracas, Venezuela. No sólo les arruinó la fiesta a los venezolanos pues cumplían 400 años de su fundación, sino también les quitó la satisfacción de ser los primeros dobles ganadores de la competencia.

La edición de 1978
Ezgarta ganó el Clásico del Caribe de ese año de manera sobrada y de paso humillando a Gran Zar: se cobraba así todas las derrotas que había sufrido ante él, y demostraba que su calidad era tan notable como la del tordillo de Cuadra Alejandra. Lo destacable es cómo y en qué condiciones logró el triunfo, parecido al guion de una película llena de drama y emoción.

Samuel “Sigui” Zielan compró 48 horas antes del sorteo el billete de lotería que iba ser premiado con “el gordo”. Tuvo que pagar dos millones de pesos (algo así como 90 mil dólares de entonces) a la Cuadra Ely del señor Isaac Stevan, para poder vivir su osada travesía, sufrir y gozar como pocas personas en las historias hípicas.
Adquirió a Ezgarta el viernes 8 de diciembre, tomó el avión hacia Puerto Rico y posó en el círculo de ganadores el día 10 con el campeón del Caribe. Intensas emociones en unas cuantas horas. Tentó a la suerte y ésta lo abrazó recompensándolo de varios reveses sufridos con ejemplares comprados a alto precio.

Así que por decirlo de alguna manera, a Zielan le salió regalado Ezgarta, pues con su victoria recuperó sobradamente el precio fijado por su anterior propietario. El entusiasta caballista se quedó con un tresañero de desarrollo tardío que demostró toda su potencia y dio muchas memorables batallas en 1979.

La carrera
Al abrirse las puertas se formó un apelotonamiento en el cual Gran Zar fue el más afectado y lo obligó a correr fuera de su estilo; Negruzca y Moreira se fueron al frente en intensa batalla por la punta en gran parte del recorrido. Ezgarta se quedó noveno en la salida, como si hubiera olvidado lo que se jugaba o dónde estaba. Su tranco era firme, y a su piloto, el jinete Rubén Hernández, no parecía importarle lo que sucedía adelante.
Atacó por fuera al abandonar la curva, pues mientras Torrejón y ahora Gran Zar peleaban por someterse el uno al otro, en unos instantes el mexicano se hizo con la punta, pero su soberbia acción le duró muy poco, Ezgarta devoraba el terreno ciclónicamente. En un segundo atrapó a su compatriota y lo fue dejando atrás hasta traducir su ventaja en tres cuerpos al cruzar la línea de meta. Gran Zar rescató el segundo para darle a México el 1-2.

Ezgarta se quitó la sombra de Gran Zar y se convirtió en foco de atención por su fácil victoria. A Samuel Zielan le faltaban manos para estrechar las que lo buscaban a su paso, lo mismo sucedía al entrenador Eusebio Razo y a Rubén Hernández. El periodista mexicano que estuvo en la justa y firmaba sus textos como Pepe Grillo le sacó declaración al feliz propietario: “Decidí comprar a Ezgarta debido a que en México siempre les ganaba a mis ejemplares. Además deseaba aquilatar la sensación de intervenir en el Clásico del Caribe, y no sólo lo hice, gané.”

Para el jinete el triunfo significó algo especial. En 1973 abandonó su tierra natal para cabalgar en Estados Unidos; primero probó fortuna en Puerto Rico, pero una huelga de jinetes lo impidió y abandonó sin montar, sin embargo, triunfaría en grande en Nueva York.

En aquellos años los propios aficionados puertorriqueños se refirieron sobre el triunfo de Ezgarta como una cruel venganza, esto por la paliza que el boricua Wilfrido Gómez le propinó a Carlos Zárate. Para los aficionados al pugilismo quizá recuerden esa pelea sobre el ring días antes de la carrera en San Juan.

Ezgarta puso la muestra que no hay enemigo pequeño, y con trabajo siempre se puede vencer a los gigantes. De su triunfo en el Caribe se habló mucho tiempo, pues las condiciones en las que llegó, sus poderosos adversarios, su sobrado triunfo y la victoria frente a su archirrival se quedaron en la memoria y en las páginas hípicas.

En su vida como corredor, este tordillo oscuro nacido en Rancho La Esperanza en las afuera de Bacobampo tuvo 36 salidas, doce victorias, tres segundos y cinco terceros. Hizo historia, y aunque su nombre en Sotelo no sea tan recordado como Gay Dalton, Tardado, Pikotazo, Gran Zar, Diamante Negro o Huitlacoche, se convirtió en una estrella del Hipódromo de Las Américas.

Juan Carlos Velázquez