Es la rama más antigua en la pura raza española: los criaban los monjes cartujos hace 500 años. Visitamos la yeguada Hierro del Bocado, entre cuyas 280 cabezas está Revoltoso, el más puro de todos los tiempos.
Parece no hacer honor a su nombre. Sale de la cuadra con calma. Ni un mal tranco, ni un síntoma de zozobra o nervio. Mantiene una figura bien compuesta y obedece cada orden. Con docilidad y presteza. Mueve el hocico como queriendo ayudar a que le encajen bien el bocado. Revoltoso se llama quien no parece muy revoltoso. Acicalan sus crines silky (sedosas como refieren los ingleses) y le preparan para la exhibición que le espera, donde grupos de visitantes venidos de variados confines del planeta quieren conocer cómo baila y se maneja el más puro caballo español de todos los tiempos. En la grupa, las patas y las crines de Revoltoso, un precioso tordo de 8 años de edad recién cumplidos, confluye el más puro ADN de estirpe cartujana, un abolengo legendario que se remonta un buen puñado de centurias y que representa la mejor línea de la pura raza española.
Ninguna yeguada del mundo como esta de Hierro del Bocado, a las afueras de Jerez de la Frontera, para custodiar y perpetuar en 60 cuadras este tesoro animal. En los antiguos terrenos de la dehesa de la Fuente del Suero, un total de 280 cabezas (80 yeguas de vientre) de estampa majestuosa disfrutan de 212 hectáreas a dos pasos del Monasterio de Santa María de la Defensión, donde sus ancestros equinos fueron criados por los monjes cartujos desde 1464.
Dicen los entendidos en cría caballar que no hay más bello caballo que el cartujano, el mejor para que un rey entre triunfante a su grupa tras rendir una ciudad y ser glorificado por el talento de un pintor. Revoltoso, que hace el número LXXXV de una genealogía frondosa, desciende de caballos que fueron retratados por Tiziano y Velázquez; viene de équidos montados por Aníbal y sus huestes cartaginesas saqueando Roma; se emparenta con sus congéneres del valle del Guadalete, puros hispanos, los mismos que enamoraron a Virgilio, Calígula, Ricardo Corazón de León o Napoleón. Un caballo para ganar una guerra, un caballo para el más altivo de los paseos triunfales.
Hoy tan aristocrático corcel tiene una familia de auténticos campeones. Sus hermanos -todos Revoltosos como él- están cosechando éxitos en doma clásica en otros países. «Es una alegría montar un caballo así, muy noble muy tranquilito, dócil. Se le empieza a enseñar a los tres años y medio. Ha salido buenísimo para la competición y los espectáculos. Tiene condiciones y carácter, y un temperamento muy cartujano. Es la joya de la corona, y es un orgullo montarlo», explica Javier Bonmatí Bohórquez, jinete que lleva tres años trabajando en esta cuadra.
De cuello voluminoso, cortito y reunido de anatomía, Revoltoso se va hasta los 163 centímetros de alzada. Exhibe un perfil frontal subconvexo (nariz curvada), la cara enjuta y relieves óseos manifiestos. Memorable su mirada expresiva enmarcada en unos ojos triangulares. Pesa algo más de 400 kilos. Su dieta, raciones de paja, heno y pienso de cereales, la misma que sus compañeros de residencia. Toledano, Odalisco, Orador o Argentino son otros de los caballos que como Revoltoso entran en el programa de cubriciones por inseminación artificial. Los precios de las muestras se mueven en una horquilla entre los 500 y los 1.000 euros. Al cumplir el año, cada ejemplar se somete a valoración morfológica y a los tres se inicia la fecundación de yeguas seleccionadas. «La Universidad de Córdoba llevó a cabo un estudio genético para dejar patente la diferencia entre el caballo cartujano y el español.
En el año 2018 ya se le cataloga como familia dentro de la pura raza española. Y dentro de esa raza es la rama más antigua que hay. Todos provienen del cartujano, por la fecha de la que data esta yeguada. Revoltoso es una maravilla, pero te diría que la buena buena es la Revoltosa, la yegua que ha dado todos estos revoltosillos», aclara Mariano Vinuesa, director técnico de Hierro del Bocado. «Esto es un patrimonio genético con 500 años de antigüedad, que tiene un valor contable obviamente, pero que a la vez resulta incalculable. Nosotros estamos bajo la Dirección General de Patrimonio del Estado, en el mismo epígrafe que el Museo del Prado. Las Meninas están a la altura de un cartujano…, administrativamente hablando», añade este veterinario jerezano de 43 años, nacido en Zaragoza.
Yeguada mística
Llevarse un capricho de estas cuadras cuesta entre 10.000 y 100.000 euros, impuestos no incluidos. Y hay muchos enamorados de estos cartujanos por todo el mundo. Porque para muchos representa el ideal de caballo, lo más sublime, a caballo entre el romanticismo y la fantasía. Los que se lo llevan a sus cuadras ensillan una leyenda, a un unicornio.
Revoltoso vive ajeno a la historia de mitos, esplendores y decadencias que han acechado a esta yeguada mística. Más sombras que luces jalonan su galopar histórico. Con la guerra de la Independencia aconteció el expolio y el desastre. Los monjes cartujos perdieron a sus amados animales. Al quite, el presbítero Pedro José Zapata -un tratante de Arcos de la Frontera, también en Cádiz- salvó a la ganadería del olvido y la extinción y acuñó el nombre de la yeguada por la que es conocida y admirada en todo el mundo. De esta forma, las huellas de los cartujos se pueden rastrear en los pasos armoniosos de los caballos lipizzanos austriacos, los kaldrub bohemios y los fredericksborg daneses. En este sentido, el caballo de pura raza española es la raza más extendida del país, se distribuye por todas nuestras Comunidades Autónomas y, asimismo, está presente en 62 países
El linaje cartujano pervivió con las sucesivas titularidades (entre otros, Vicente Romero quien desarrolló el caballo en 1853, Deogracias Blasco de Balbuena, Roberto Osborne o Juan Pedro Domecq y Núñez de Villacencio). Principalmente, los tres núcleos duros que han perfilado las líneas del caballo en estos últimos 75 años han sido los Terry, los Urquijo y los Salvatierra. «Este hierro estuvo muchos años en manos de la familia Terry que posteriormente vendió todo a Ruiz Mateos. Luego con la expropiación de Rumasa llegó el Estado en 1983 bajo el nombre de la empresa Expasa. Fue un gran mérito del ministro Solchaga el no desprenderse de la ganadería porque hubo americanos interesados en comprar. Sus palabras fueron que había que mantenerlo en España a toda costa porque esto es historia y es un patrimonio brutal», rememora Vinuesa. Desde 1991 el ganado vive en estas instalaciones. En la actualidad Hierro del Bocado lo componen 22 trabajadores, con un presidente, un director técnico y un director administrativo en la cúspide del organigrama. Además de esta yeguada, se encuentran cartujanos en las cuadras privadas de Salvador Cortés, Paredes Alcon, Fernández-Daza, Manuel Leal, Carrión Moreno, hasta Jesús Gil en su día tuvo ejemplares…
Los cascos de Revoltoso castañetean en el perímetro del patio exterior que antecede a la pista. Más de 500 espectadores, de los 671 asientos de los que consta el aforo, esperan sentados, expectantes. El heterogéneo grupo, donde se oyen varios idiomas en los corrillos, ha tenido una visita guiada de una hora -desde las 11 hasta el mediodía- y cada visitante ha pagado 23 euros (tribuna) o 16 (lateral) por echar aquí una soleada mañana de primavera (estudiantes, menores de 12 años y mayores de 65 tienen descuento).
Hierro del Bocado abre su temporada de espectáculos a primeros de marzo y cierra el año en noviembre. En el picadero cubierto se suceden las exhibiciones: carruajes, enganches, doma a pie y montura vaquera preceden a la salida de Revoltoso. Forma tándem con Hechicero, con quien se entiende y sincroniza a la perfección. En el picadero cubierto se suceden las exhibiciones: carruajes, enganches, doma a pie y montura vaquera preceden a la salida de Revoltoso. Hay otros muchos compañeros casi tan excelentes como ellos con nombres esclarecedores: Altanero, Encantado, Ruidoso, Fingido, Violeto, Escultor, Hilador, Heroína, Vengativo… «Dan mucho, tienen un carácter magnífico que les ha hecho célebres», asevera Vinuesa mientras música de guitarra española acompaña al show.
Revoltoso y su partenaire realizan al unísono ejercicios de alta escuela y doma clásica: apoyo, cambios de pie, passage… Se mueven los cartujanos enérgicos y cadenciosos, con soltura rítmica. Hay cambios de marcha, paradas, brío y garbo en cada tranco. Resuenan los aplausos amplificados por la techumbre del recinto. Pasadas las 12 de la mañana Revoltoso vuelve a su cuadra. Obediente, noble, generoso, sacrificado, áulico, legendario y españolísimo, recibe las muestras de cariño de su jinete, que parece susurrarle elogios y confidencias a la oreja. Al fin el mítico unicornio español, tras siglos de zozobra, reposa tranquilo.
El mítico spot de Terry
Aún es uno de los «spots» más icónicos de la historia de la televisión. Una joven montada sobre un caballo cartujano (aunque en realidad fueron tres, Descarado II, Novato y Poseído IV) para sugerir las bondades de Centenario de Terry, brandy de Jerez. La campaña la firmó la agencia BBDO en el año 1964. La pintora y actriz nacida en Java Margit Sylvia Cocsis Kerkhoeven montaba, en camisa y sin montura, al mítico animal por las dunas de Doñana, la playa de Vista Hermosa en El Puerto de Santa María y la arena de Sanlúcar de Barrameda. La voz en «off» (masculina) pregona que «Terry me va» a la que otra voz (femenina) responde: «Usted sí que sabe». Margit se casó con un español y murió en Castelldefells en 1984. Más de una generación de españoles aún la recuerda.
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