//Cabalgata a la laguna de Tecocomulco, Hidalgo

Cabalgata a la laguna de Tecocomulco, Hidalgo

En estos viajes a través de tantos interesantes senderos que ofrece nuestro país, nuevamente viajamos al estado de Hidalgo, para ser exactos al Rancho San Francisco, en la ladera este de El Tecajete, donde planeamos realizar una cabalgata para abrir camino hacia la laguna de Tecocomulco y poder presentarla en la Federación Mexicana de Cabalgatas, A. C., como una más de sus rutas.

Los caminos posibles para arribar los estudiamos en el plano de CETENAL E14B12 (Ciudad Sahagún), que nos permitió tener dos opciones: al norte del macizo montañoso (esto es, a través de Las Mesas, que se localizan al poniente del municipio de Zempoala) o hacia el sur.

En la primera ruta salimos hacia el poniente hacia la ladera de Las Mesas, tomando el camino de tierra hacia la cañada de La Lupita, lugar donde se venera una imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe, y de ahí se desciende hacia Las Canoas, tomando el camino entre los cerros Santa Susana y Agua Azul, para de ahí descender hacia la ranchería de Corralillos, que se localiza a un costado de la laguna de Tecocomulco. Serían aproximadamente 40 km, con un tiempo estimado de unas seis horas.

En cuanto a la segunda ruta, consistía en salir hacia el sur, pasando por la hacienda de Nuestra Señora de Guadalupe de Los Arcos (lugar en el que se encuentra parte del acueducto del Padre Tembleque), donde se toma el camino hacia el este, atravesando San Gabriel y las exhaciendas de Tepa El Grande de Montecillos y de Tepechichilco, para ascender al paso de Las Mesas hacia Tepeapulco por La Calavera, y descender hacia la laguna. Son unos 55 km y considerando los ascensos y el terreno, tendría una duración de nueve a diez horas.

EL CAMINO ELEGIDO

Debo mencionar que esta cabalgata la planeamos realizar sólo mis hijos y yo, ya que se trataba de una ruta que abriríamos: no era conocida por nosotros en sus tramos de montaña, razón por la cual Cameli, mi esposa, se abstuvo de acompañarnos (mis nietos, por su parte, tenían otras actividades). Fue así que nos decidimos por la ruta del norte, de tal manera que el sábado 21 de septiembre salimos tres jinetes del Rancho San Francisco pasadas las siete de la mañana: Enrique, José Francisco y yo; tomamos camino hacia el este rumbo a la población de Santa Rita, para cruzar la carretera México-Tulancingo, por el puente que desciende en la ladera oeste del cerro de Las Cuevas (un depósito natural de tezontle).

Después pasamos por la parte sur del cerro y tomamos camino hacia el este, cruzando antiguas tierras de las haciendas de Tochatlaco y de Mazatepec, para tomar el camino que sube por la ladera de Las Mesas, con rumbo hacia la cañada de La Lupita, donde llegamos cerca de las nueve.

Decidimos hacer una pausa y desmontamos para ver la venerada imagen de la Guadalupana; de ahí salimos unos quince minutos más tarde para descender a la ranchería de El Listón, por la ladera norte del cerro de El Somerio. De ahí tomamos el camino de tierra hacia Francisco I. Madero, pasando entre los cerros de Santa Susana y El Gallo en su ladera este, en tanto que hacia nuestra izquierda podíamos contemplar el cerro de Agua Azul.

La mañana estaba nublada a ratos. La víspera había llovido a partir de las ocho hasta cerca de la medianoche; el camino presentaba algunos sitios encharcados, al tiempo que los pinos y encinos brillaban con sus verdes tonalidades y se respiraba un ambiente húmedo y con el característico y siempre agradable aroma a bosque. Así, pasamos cerca la ranchería Las Canoas, seguimos por el paso y cruzamos cerca de la ranchería de Tlatzala, desde donde ya podíamos ver la laguna; seguimos entre los cerros y de ahí descender a la ranchería de Francisco Sarabia o Coralillos, donde llegamos cerca de la una de la tarde.

UN LARGO CAMINO A LOMOS DE CABALLO

Tan sólo la laguna dista a unos 4 km de esta población, así que alrededor de una hora más tarde, nos encontrábamos desmontando cerca del manto acuífero. Nos tomamos un tiempo para aflojar las sillas, quitar los frenos a los caballos y dejarlos pastar y descansar un rato, mientras aprovechamos para beber un poco de vino de nuestras botas y saborear unos ricos pastes, típicos de tierras hidalguenses. Y para terminar, nos deleitamos con una buena rebanada de “burra” (pan hecho en horno de leña, con sabor a anís y relleno de requesón y miel, originario de Zempoala).

Nos preparamos para montar, considerando que ya eran cerca de las tres de la tarde y debíamos apresurarnos para el regreso: nos esperaban cerca de siete horas de cabalgata para llegar al Rancho San Francisco y seguramente arribaríamos a eso de las nueve de la noche.

Así que volvimos sobre nuestros pasos. Pasado un rato nos detuvimos por unos quince minutos para desmontar y descansar tanto nuestros caballos como nosotros, y finalmente nos alistamos para montar y continuar el regreso; eran casi las siete y fue cuando observamos a lo lejos El Tecajete, lo cual nos dio ánimos, porque significaba que ya estábamos más cerca de nuestro destino. Y eran buenas noticias, porque el cielo empezaba a tornarse cada vez más gris hacia nuestras espaldas, al tiempo que el astro rey se despedía y empezaba a descender por la ladera sur del antiguo volcán. Estaba por caer la noche.

CABALGATA NOCTURNA

Por fin cerca de las ocho nos encontrábamos en la parte llana. Pudimos finalmente pasar el cerro de Las Cuevas y supimos que sólo nos restaba una hora o quizá un poco más. Empezaba a oscurecer y advertimos que las luces en la ladera de El Tecajete brillaban en colores intensos que iban del rojo al naranja, gris, azul y varias otras tonalidades, como un hermoso obsequio a la vista de la puesta de sol.

Aunque la disfrutamos, originalmente habíamos pensado en llegar antes de ésta pero nos fue imposible. Advertimos que nuestros caballos aceleraban el paso por caminos conocidos, en una instintiva búsqueda de llegar al rancho y en especial a su querencia, es decir, sus caballerizas. Por fin, y de acuerdo con lo esperado, a eso de las nueve de la noche fue cuando entramos a los terrenos del rancho. Desmontamos frente a las caballerizas, ahora sí ya amparados bajo el cobijo de la luz eléctrica con la que cuentan desde hace unos cuantos meses, y nos dispusimos a enfriar nuestras cabalgaduras; unos 15 minutos después desensillábamos y empezamos a cepillarlos, para que más descansados pudieran entrar a su espacio y refrescarse con agua fresca, paja y cebada.

Sin duda los caballos estaban cansados, y qué decir de nosotros, que nos encontrábamos igual, especialmente yo. Al fin nos encaminamos a la casa, escuchando el pesado tintinear de nuestras espuelas, que acompañaban los últimos pasos hacia su interior, en donde ansiábamos cenar un buen plato caliente, comentar la aventura y disponernos a descansar. En esto estábamos cuando escuchamos la lluvia que caía libremente sobre los tejados. Nos alegramos sobremanera: había retrasado su aparición, por nuestro bien.

Sin duda fue un trayecto extenuante de más de 80 km y de cerca de doce horas de cabalgata efectiva; por fortuna con buenos trechos de sombra, gracias a que el sol quedaba oculto tras las nubes; y debido al vientecillo de esta parte de los llanos de Apan, pudimos tener un trayecto muy agradable, y lo mejor de todo, sin lluvia.

Pero a fin de cuentas fue una muy buena cabalgata, motivo de más para estar cansados, pero sobre todo satisfechos por haber realizado este recorrido, en tan grata compañía al lado de mis hijos Enrique y José Francisco, lo cual es un buen motivo para sentirme no sólo seguro, sino satisfecho y orgulloso.

Enrique Guinchard y Sánchez /// r_sanfrancisco@yahoo.com
Enrique Guinchard Aldasoro /// guinchard@yahoo.com
José Francisco Guinchard Aldasoro /// espiritunoble@hotmail.com
Federación Mexicana de Cabalgatas /// cabalgatas.mexico@gmail,com