//Exhacienda de la Erre y exhacienda de Reoyos en Guanajuato

Exhacienda de la Erre y exhacienda de Reoyos en Guanajuato

Como cada año, al estar en la hermosa población de San Miguel de Allende, realizamos una cabalgata corta que programamos para el 29 de julio. Había estado lloviendo por la tarde, así que decidimos hacerla partiendo de la antigua hacienda de la Erre, ubicada al oriente, para llegar a la de Reoyos, ambas en Dolores Hidalgo, “cuna de la Independencia”.
El plan era llevar temprano los caballos hacia el camino que conduce a La Erre, salir cerca de las 9 am, tomar camino hacia el oriente y llegar al río Laja hacia el norte, hasta llegar al puente que cruza en dirección a Reoyos, haciendo la misma ruta de regreso. La cabalgata sería en total de unos 8 km, con un tiempo de aproximado de seis horas.
El domingo preparamos sillas, mangas e impermeables y el indispensable itacate, que consta de quesos (provolone y manchego de Carranco), jamón serrano, birotes, vino y agua. Seríamos cuatro jinetes: Daniel (mi nieto), José Francisco (mi hijo), mi esposa y yo. El lunes cerca de las 6 am, aún oscuro, embarcamos los caballos y a eso de las 7 am, al ir despuntando el día salimos de San Miguel por el camino de la estación para cruzar el río Laja, y tomar el camino recto hacia Dolores (que para ir a La Erre es el más corto). Poco antes de una hora estábamos saliendo de la carretera para tomar el camino de acceso.
Eran pasadas las ocho de la mañana cuando estábamos desembarcando los caballos y empezamos a ensillarlos y a prepararnos, haciendo un poco de estiramiento muscular para jinetes y algo de círculos para que los animales estiraran y se desentumieran del corto viaje en el remolque.

Inicio de la cabalgata
A las 8:45 pasamos enfrente de la hacienda de La Erre, la cual se encuentra en regular estado de conservación, pasamos frente a la iglesia y la casa grande, como lo hicieran el 16 de septiembre de 1810, los insurgentes de Dolores, al mando de don Miguel Hidalgo y Costilla y el capitán Ignacio Allende.
Existe una placa de mosaicos en el muro sur de la casa grande, precisamente por donde llega el camino a la hacienda; ahí se puede leer una frase que don Miguel Hidalgo dijo al almorzar en ese lugar mientras observaba el desfile de ejército variopinto que se había levantado contra el mal gobierno: “Adelante señores, vámonos, ya se le ha puesto el cascabel al gato, falta ver quiénes son los que sobramos”.
De ahí salieron rumbo al sur hacia el Monasterio de Atotonilco (hoy Patrimonio de la Humanidad). Pasamos frente a la casa y tomamos inicialmente al norte y al poco hacia el oriente por un camino de tierra bastante encharcado. Así cabalgamos hasta llegar al río Laja, el cual a pesar de la temporada de lluvia conduce un escaso cauce de agua; seguimos por la ladera del lado poniente unos minutos más y llegamos a la cortina de la presa Pañuelita pasadas las 10.
Pasamos la cortina cabalgando por su lado poniente unos 45 minutos, llegando donde desemboca el río en la presa, y nos quedaban menos de 2 km de camino, que tomamos 10° hacia el noroeste. El cielo estaba de un azul increíble, a lo lejos hacia el oriente y el poniente se apreciaban algunas nubes cuya blancura resaltaba el tono de la bóveda celeste; a pesar de la hora el sol irradiaba su calor, lo que nos hacía suponer que una vez que ascendiera caería sobre nosotros con toda su fuerza.

Y llegó el frescor…
Aunque el calor aumentaba, conforme íbamos avanzando a la vera del río, donde hay unos enormes y frondosos árboles, su fresca sombra nos protegió e hizo muy agradable el trayecto. Cerca de las 11:30 apreciamos a lo lejos el nuevo puente de concreto que es parte del camino que pasa frente a Reoyos; hace unos ocho años hicimos la cabalgata de Dolores hacia Reoyos y en esa ocasión existía un puente para peatones; para cruzar con los caballos debimos hacerlo en un vado del río (lo cual era mucho más agradable). Cerca de las 12 llegamos a la exhacienda.
Nos dirigimos unos metros hacia el norte donde se levanta la antigua iglesia y dado que han puesto bancas en su atrio, ahí desmontamos y amarramos nuestras cabalgaduras para prepararnos a almorzar. De las casas de los pocos habitantes del lugar salían para ver qué era lo que pasaba, y al explicarles y platicar con ellos, la sorpresa pasó de largo y la rutina de sus vidas volvió a la normalidad.

La casa y la iglesia se conservan en perfecto estado; como sus nuevos dueños no se encontraban no pudimos acceder a ella. Sobre su puerta principal existe labrada sobre cantera la siguiente inscripción: “S.P. Derioyos, año de 1708, reformda el1920, en construcción de bobeda (sic) por el señor Heliodoro A.T.A. albañil Pedro García P.B.H.U.”
Su origen se remonta a finales del siglo XVI, cuando se le concedió una merced de tierras a don Sebastián de Mejía; poco después la propiedad quedó en manos de don Pedro Reoyos hasta finales de ese siglo, siendo conocida la extensión de tierras ya por el nombre de su propietario. A principios del s. XVII formaba parte de los bienes del mayorazgo de López de Peralta, fundado por don Gabriel López de Peralta y su esposa doña Catalina de Sámano Turcios.
Para finales del s. XVIII, el mayorazgo había sido heredado al coronel Juan Lorenzo Altamirano y de Urrutia, tercer marqués de Salvatierra, octavo conde de Santiago Calimaya y octavo marqués de Salinas. Posteriormente pasó manos del primer conde de la Casa de Rul, sin haber podido disfrutar mucho de ella en la Intendencia de Guanajuato, ya que murió en la campaña contra el generalísimo don José María Morelos y Pavón.

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Platicando sobre esto terminamos nuestro almuerzo, que nos sentó muy bien, ya que habíamos desayunado muy ligero a eso de las 5 am. Y ante la amenaza de los grises nubarrones que se veían venir, montamos para emprender el regreso a la hacienda de La Erre. Tomamos el camino a la 1:30 pm, regresamos al costado de la iglesia y salimos por el camino para pasar frente a la colonial casa grande de Reoyos, cruzamos el puente y tomamos el camino a la vera del río.
Las nubes amenazaban y empezaron a caer las primeras gotas; la lluvia no era muy intensa: llovía, dejaba de llover y nuevamente llovía. De todas formas más vale pecar de precavido, por eso nos cubrimos con nuestras mangas, continuando así hasta pasar nuevamente por la casa grande de la hacienda de La Erre, que fuera del mariscal de Castilla.

La hacienda se remonta a los últimos años del s. XVI, gracias a una merced concedida a don Pedro Rodríguez de Montero. Posteriormente don Rodrigo Altamirano en el s. XVII, incrementó la propiedad y construyó la iglesia de la hacienda de Nuestra Señora de la Asunción de La Erre. La finca pasó por herencia en 1660 a manos de su hija doña Juana Mejía Altamirano y de Tovar, quién se casó con don Carlos de Luna Arellano y Sámano, mariscal de Castilla y señor de Ciria y Borobia en Soria, España, llegando a tener 24.654 Ha.
Cerca de las 4 pm llegamos hasta el remolque, desmontamos, enfriamos los caballos en un lapso de la lluvia, desensillamos y embarcamos nuestras monturas, para emprender el regreso a San Miguel, ahora sí con lluvia más intensa.
La cabalgata había sido muy agradable, sin dificultades, en general el día había sido bastante bueno y la compañía excelente. Al llegar a San Miguel, después de haber guardado nuestras cabalgaduras y haberles dejado suficiente agua y pastura, nos dedicamos a limpiar nuestras sillas. Mientras cenábamos, como siempre empezamos a comentar y a programar la próxima cabalgata que realizaríamos en unos días.

Enrique Guinchard y Sánchez
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José Francisco Guinchard Aldasoro
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Enrique Guinchard Aldasoro
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Federación Mexicana de cabalgatas
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