Desde tiempos inmemoriales, probablemente poco después de que el hombre montó por primera vez al caballo, se empezaron a organizar juegos y enfrentamientos en los que antiguos jinetes exhibían sus destrezas y el dominio que tenían de sus monturas.
En muchos casos, también tenían como objetivo el entrenamiento para el combate, por lo que un buen número de los juegos ecuestres que se llevan a cabo hoy en día son extremadamente dinámicos e incluso agresivos. Algunas otras contiendas se han conservado como mero esparcimiento o como espectáculos que forman parte de la tradición de muchos pueblos.
Kok boru, pato, khis kouhou y papach oinu
Entre las contiendas hípicas derivadas de aquellos antiquísimos ejercicios marciales está el violentísimo kok boru de Kirguistán, en que un grupo de expertos jinetes luchan fieramente por el cadáver de una cabra. Existen diferentes versiones de esta peligrosa lid en Asia Central y en Afganistán se le conoce como buzkashi, que los tátaros llaman baika. Es de llamar la atención que los argentinos, desde el siglo XVII, practican un deporte llamado “pato”, que recuerda a estos juegos asiáticos.
Algunas tribus mongolas llevan a cabo un curioso y agresivo cortejo de sus mujeres jóvenes. Es conocido como khis kouhou, y a lo largo del mismo un intrépido muchacho persigue a caballo y a toda carrera a una damisela que huye de él montada en un raudo corcel. El objetivo es alcanzarla y darle un beso, aunque muchos se conforman con simplemente tocarla, lo cual no resulta nada sencillo, ya que ambos cabalgan a través de los campos a la velocidad del rayo y la feroz doncella se defiende con fuertes golpes de un látigo que porta ex profeso para ello.
Una divertida competencia mongola es el papach oinu, pues en un muy breve lapso de tiempo (10 minutos), los competidores tienen que apoderarse del mayor número de gorros de piel de sus compañeros. La principal regla es que ninguno debe sobrepasar los límites del campo de juego.
Bereberes y cosacos
La llamada “fantasía” es el punto culminante de toda celebración importante en Marruecos, una impetuosa cabalgada en que hábiles y orgullosos jinetes bereberes lanzan a sus valientes corceles al galope mientras disparan hermosos y antiguos mosquetes, demostrando un dominio absoluto de sus caballos y reviviendo su muy temida pericia guerrera, pues la “fantasía” es el simulacro de un feroz ataque de la caballería marroquí. Termina cuando en un palmo de terreno, frenan abruptamente a sus animales. El espectáculo resulta impresionante por la altivez de los participantes y el brío de los caballos.
Alrededor del planeta, son famosas las increíbles y riesgosas acrobacias de los cosacos rusos, que impresionan por sus extraordinarias aptitudes caballísticas y capaces de tomar con los dientes un pequeño pañuelo tirado en el campo, mientras sus monturas corren desbocadas.
Jabalinas y lanzas
Los juegos con lanzas han sido practicados a través de miles de años. En representaciones artísticas de la antigua Grecia se aprecia a jinetes que lanzan certeramente sus jabalinas a un blanco fijo, perfeccionando su puntería a pleno galope. En Etiopía se practica todavía, lo mismo que en Asia.
En Afganistán, se juega el nina bazi, en la que un jinete a toda velocidad arranca del piso, con una lanza de 3 m de largo, una estaca clavada en la tierra. En el pasado, cuando los guerreros atacaban el campamento enemigo, levantaban con sus lanzas las estacas que mantenían erguidas las tiendas, haciéndolas caer, sembrando caos y muerte entre sus oponentes.
En Turquía, el djerid ha recobrado el interés del público y consiste en el enfrentamiento entre dos equipos de jinetes que tratan de golpear a los oponentes con unos cortos venablos. Las tribus baluchis tienen su propia versión del combate: jarid bazi. Desde la India, los ingleses llevaron a su terruño el juego de las anillas, las cuales deben ser ensartadas con precisión en la larga lanza portada por un hombre a caballo y a todo galope.
Polo y carreras
El Polo es una de las actividades ecuestres más emocionantes y con más seguidores. Es considerado el deporte de los reyes, quienes también siempre han gustado de las carreras de caballos; es con seguridad una de las competencias hípicas más antiguas, pues se han efectuado desde el tiempo de los escitas (los domesticadores del caballo).
Las carreras tuvieron un enorme auge en la cultura grecolatina, pues fueron incluidas en los juegos olímpicos de la antigua Grecia, mientras que en Roma los aficionados se contaban por decenas de miles, gracias a lo cual sobrevivieron a la caída del imperio y se siguieron llevando a cabo a lo largo de la Edad Media. Una clara reminiscencia es la célebre carrera de El Palio de Siena, en Italia.
En el Tíbet, las carreras tenían una dificultad mayúscula, ya que los jinetes tenían prohibido tocar cualquier componente de la brida y tenían que galopar con las manos en alto, una complicada y muy peligrosa proeza.
Desde el s. VIII, en Japón se juega el dakyu, una variante del Polo y probablemente desde entonces también se practica el harohiki, evocación tangible de la larga historia bélica del país nipón y que consiste en ondear artísticamente largos gallardetes mientras se monta a caballo. En el pasado, estas maniobras eran muy útiles para dirigir a distancia a las letales huestes samuráis.
También se practica el yabusame, antiguo ejercicio militar y se trata de una justa donde los contrincantes disparan con sus arcos varias flechas a diferentes blancos, mientras sus caballos se desplazan a la mayor velocidad posible. La maestría en la ejecución de esta hazaña por los competidores de hoy en día, no desmerece a la de los antiguos jinetes, ya que se trata de un ejercicio ritual y místico que requiere de completa paz espiritual y un dominio mental absoluto.
Los jinetes de América
Una de las primeras habilidades que el hombre tuvo que dominar al relacionarse con los caballos fue lazarlos, a pie o montando a otro corcel, para atraparlos y domesticarlos. Casi al mismo tiempo, tuvo que aprender a domar a aquellos veleidosos equinos para que se dejaran manejar y, al correr de los siglos, que toleraran ser montados. Estas actividades cotidianas y fundamentales siguen formando parte de la crianza de caballos y de diversos juegos, competencias y deportes alrededor del mundo.
En todo el continente americano, desde los cowboys de Estados Unidos, pasando por los charros mexicanos, los morochucos del Perú, los llaneros venezolanos, hasta los huasos de Chile y los gauchos argentinos, estas aptitudes han formado parte de sus tradiciones, ya que son todos ellos extremadamente hábiles con el lazo, y compiten por permanecer el mayor tiempo posible sobre el lomo de un caballo encabritado que trata de deshacerse de ellos dando repentinos y vertiginosos saltos, giros y cabriolas.
Una de las suertes de la Charrería, el “deporte nacional”, es el “paso de la muerte”, en que un jinete que monta un caballo manso a pleno galope, se pone al parejo de un ejemplar bruto que corre desbocado y cambia de montura, pasando del animal doméstico al corcel salvaje, sosteniéndose sólo con sus piernas y asiéndose de la crin. Curiosamente, la misma suerte es llevada a cabo por los jinetes de la Camargue, en el sur de Francia.
El espíritu competitivo del hombre, así como su amor y admiración por el caballo, han dado como resultado un inagotable venero de juegos y competencias hípicas que forman parte de las tradiciones de infinidad de pueblos y que son Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.