//La Primera Guerra Mundial: transición en el papel militar del caballo, 2a parte

La Primera Guerra Mundial: transición en el papel militar del caballo, 2a parte

Trincheras vs combate móvil

Al inicio del invierno de 1914 la guerra se empezó a estancar en todo el frente occidental; desde Bélgica hasta los Alpes italianos, las tropas empezaron a tomar posiciones fijas, un hecho que muchos generales manifestaron de inconcebible, ya que ningún documento expresaba una orden directa para llevarlo a cabo.

Las tropas de ambos bandos, en su deseo de no morir y tampoco dejar avanzar al enemigo, cavaron trincheras de una longitud que atravesaba países enteros. Ambos bandos se postraron uno frente a otro, a sabiendas que aquel que hiciera una mala movida podría perder, casi como un juego de ajedrez. Ese fue el nacimiento de la guerra de trincheras que, sin embargo, presentaban una gran confusión.

En primer lugar, los estrategas fueron los más afectados, porque muchos provenían de las ramas de caballería y estaban acostumbrados al combate móvil, donde la rapidez era su mejor cualidad en el campo de batalla. Pero las trincheras no permitían la intervención de los caballos en la ofensiva, sobre todo porque las líneas de trincheras de los aliados y de las potencias centrales estaban ubicadas a unos cuantos metros unas de otras; el caso en que mayor distancia presentaron fue en la región de Flandes, donde estaban colocadas a 800 m de distancia.

Pero eso no era todo, en el peligroso terreno que había entre trincheras ambos bandos se habían encargado de colocar todo tipo de trampas: fosas con lodo, minas y alambradas de púas para evitar el avance enemigo.

Balance cruento y sanguinario

Dada esta panorámica resultaría obvio pensar que sería un desperdicio de recursos enviar hombres montados sobre seres vivos relativamente frágiles, sobre todo a sabiendas que la artillería de ambos bandos era considerable y que en ambas trincheras se habían colocado ametralladoras cada pocos metros.

No obstante, muchos comandantes seguían ilusionados con la idea de que la caballería era invencible y para septiembre de 1914, en las cercanías del río francés Marne, mandaron ataques de caballería para romper las líneas de trincheras (de los más de dos millones de hombres que participaron, 500.000 eran de caballería). Se estima que en los primeros 25 minutos de la batalla, al ser los primeros en atacar, casi 400.000 hombres y muchos de sus caballos fueron acribillados por los nidos de ametralladoras de ambas posiciones, perdiendo todo atisbo de preponderancia práctica.

Fue una batalla que duró cinco días, en donde las posiciones y victorias fueron fugaces para ambos bandos y que a pesar de ser considerada como una victoria aliada, puso de manifiesto que sería una guerra sin precedentes, donde cada metro contaba y las bajas eran pasmosas.

Así, poco a poco fue desplazada por tanques, grandes vehículos blindados, que a pesar de ser lentos y poco fiables, dieron mejores resultados a la hora de aplastar cualquier obstáculo para travesar las trincheras enemigas. El papel del caballo cambió drásticamente, porque representaba una gran inversión y no podía ser sacado tan fácil de los teatros de operaciones; muchos cuerpos de caballería fueron trasladados a puntos donde las trincheras no se utilizaban como Medio Oriente, el sur de Asia, África, Oceanía.

Al ser tan costoso no se pudo mover a la totalidad de los cuerpos, así que se decidió darles otros usos, como la mensajería, ya que las radios eran poco fiables. Otros más se utilizaron como transporte de materiales de guerra (cañones, municiones), pero la gran mayoría fue puesta a disposición de servicios médicos como la Cruz Roja (ambulancias).

En términos generales la Primera Guerra Mundial fue un conflicto sanguinario y atroz. Es fácil recontar a los caídos del conflicto, pero fácilmente olvidamos que los campos de batalla suelen situarse en hábitats y ecosistemas ajenos a la realidad humana, y que incluso hacemos que otras especies intervengan con nosotros. Olvidamos que no sólo hubo casi treinta millones de bajas humanas, también hubo alrededor de cuatro millones de bajas oficiales de seres de otras especies, entre ellas casi tres millones de nobles caballos.

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